POR MARIO MALPARTIDA MENDOZA
La violencia como práctica aprendida consiste en intimidar y ejercer el control de un agresor sobre su víctima. Se produce en las prácticas cotidianas de violencia intrafamiliar y atraviesa todas las clases sociales, niveles educativos, grupos étnicos y etarios, todos los sectores de la sociedad. En el caso de la mujer, vulnera todos sus derechos y limita el ejercicio de los mismos. De ahí que “La violencia familiar sea un grave problema de salud pública, física y mental.
Presenciar situaciones de violencia familiar es un factor potencial de riesgo, en el caso de los niños, para repetir esta conducta en una futura relación de pareja; en el caso de las niñas, para asumir un papel pasivo de aceptación ante la violencia. La violencia de pareja es un proceso que se instaura en forma cíclica. Las víctimas desarrollan recursos de afrontamiento ineficaces: ocultamiento, negación, resignación o, inclusive, manifestaciones psicopatológicas como la depresión.
La dependencia emocional es la necesidad excesiva de afecto que presenta una persona hacia su pareja durante su relación. Implica sumisión, pensamientos obsesivos entorno a la pareja y el miedo al abandono. Las mujeres que son sometidas a violencia presentan cuadros de ansiedad: “La ansiedad debe ser entendida como una reacción emocional ante una amenaza a nivel cognitivo, fisiológico, motor y emocional, la angustia forma una amenaza a la existencia del individuo, a sus valores morales y a su integridad física como psicológica”.
Esta problemática es frecuente en mujeres con dependencia emocional que se sienten incapaces de vivir solas y necesitan de una pareja para realizarse como persona. Una de las características que presentan es el horror y temor de quedarse solas. La dependencia emocional explicaría la conducta de algunas mujeres víctimas de violencia de pareja, cuando justifican las infidelidades y agresiones de su pareja, cancelan procesos legales, incumplen las órdenes judiciales de alejamiento respecto a la pareja, regresan con el agresor creyendo que es posible que sus parejas tomen conciencia y cambien de actitud, y en otros casos, inician una nueva relación con características similares de malos tratos.
Para atender casos de violencia familiar en la región Junín se ha implementado el Módulo Judicial Integrado en Violencia Familiar (Huancayo). Desde su implementación y funcionamiento en la ciudad, las denuncias se han incrementado en forma alarmante, ya que las víctimas que interponen la denuncia pueden acceder a medidas de protección, con una atención oportuna que brindan los juzgados de familia.
La intensión de Hilda Beraún Vásquez y Elena Poma Rojas de esta investigación, fue apoyar a las víctimas que sufren violencia familiar y son dependientes emocionalmente de su agresor, con el objeto último de contribuir a crear un programa de atención psicosocial que permita que las victimas accedan a un tratamiento, mejorar su estado emocional y construir una relación armoniosa con respeto y tolerancia. Por todo lo cual, esta investigación tiene como objetivo determinar si la dependencia emocional es un factor de riesgo para la violencia hacia la mujer.
El tipo de estudio fue cuantitativo, de nivel explicativo y de relación causal porque buscó evaluar la dependencia emocional como factor de riesgo para la violencia familiar. El diseño fue además no experimental, analítico, observacional de casos y controles, porque buscó evaluar la relación causal entre la dependencia emocional, como factor de riesgo, y la violencia familiar. El estudio se realizó con mujeres que denunciaron ser víctimas de violencia familiar en el Módulo Judicial Integrado en Violencia Familiar de Huancayo.
La población fue de 275 mujeres y la muestra obtenida con el procedimiento de muestreo no probabilístico intencional. Las mujeres fueron escogidas en base a criterios y juicios preestablecidos. El grupo de caso estuvo constituido por 83 mujeres víctimas de violencia familiar que denunciaron en el Módulo Judicial Integrado en Violencia Familiar (Huancayo), mientras que el grupo de control fue conformado por 21 mujeres del cercado de Huancayo que no presentaban violencia familiar.
Los datos fueron recolectados en los meses de julio, agosto y setiembre del 2019.
Se concluye, la violencia familiar y la dependencia emocional son problemas de índole sanitaria y social porque afectan la salud mental y el desarrollo integral de las familias. De ahí la importancia de identificar las características demográficas para realizar una intervención temprana sobre los grupos etarios más vulnerables. Sin embargo, en el reporte del estudio se encontró que el promedio de edad de la población fue de 29,6 años, con una distribución de 18 a 55 años. En los resultados se observa además que la edad de las mujeres víctimas de violencia familiar ha disminuido ya que se han reportado casos de violencia a partir de los 18 años.
Según el INEI, 63 de cada 100 mujeres de 15 a 49 años de edad fue víctima de violencia familiar alguna vez por parte del esposo o compañero. De las encuestadas, el mayor porcentaje reportó que su condición marital es conviviente. Según los estudios, las mujeres cuya condición son convivientes tuvieron más riesgo de haber sufrido violencia familiar, de lo que se deduce que el estado civil es un condicionante para que la mujer tolere maltrato de su pareja.
Los resultados muestran que factores como la edad, estado civil, nivel de instrucción y ocupación, son igualmente determinantes para ser víctima de violencia familiar. El tipo de violencia que reportaron sufrir las mujeres víctimas son física y psicológica en un mayor porcentaje. Este dato se corrobora en el estudio de Mulato y Poma, quienes hallaron que el tipo de violencia más común en las mujeres es la violencia psicológica y física.
Según la teoría ecológica, los ambientes familiares cercanos son los que instigan comportamientos violentos, dado que estos pueden coadyuvar al aumento del riesgo de perpetrar y de sufrir alguna clase de violencia. En la familia se da una serie de interacciones complejas y, si existe quiebre, esto puede desencadenar en comportamientos agresivos entre sus integrantes. La violencia psicológica resulta ser la más frecuente y, al mismo tiempo, la más difícil de identificar, ya que las manifestaciones suelen disfrazarse en estereotipos tradicionales sustentados por la cultura respecto a una mujer débil, que debe ser protegida por un hombre, cuyo fin último es el sometimiento.
En cuanto a la violencia física, quien genera las agresiones evita dejar marcas en las partes más visibles del cuerpo, como el rostro o los brazos, procura lesionar partes en las que las probabilidades de dejar marcas sean menores o bien que estén cubiertas por la ropa. Las mujeres que viven la violencia familiar tienen niveles altos de dependencia emocional. Aquí algunos factores se encuentran más relacionados a la misma: Ansiedad de separación, miedo a la soledad, expresión límite, búsqueda de atención.
Para evitar casos de violencia familiar, se recomienda crear programas de atención oportuna de casos de dependencia emocional en mujeres. Con abordaje multidisciplinario, el servicio debe formar parte de un sistema de salud pública. Finalmente, el estudio presentó dificultades en el tamaño de la muestra, por ser una población vulnerable con casos en procesos judiciales.
Para mayor inversión sobre este artículo de investigación ingresar al siguiente enlace.
http://revistas.udh.edu.pe/index.php/RPCS/article/view/226e/56