POR MARIO MALPARTIDA MENDOZA
Es una observación tan antigua como las reuniones humanas alrededor de las hogueras: la luz nocturna puede atraer a una multitud de insectos que revolotean erráticamente, como si estuvieran atrapados por una luz. ¿Cómo es posible que una simple luz convierta a navegantes rápidos y precisos en cautivos indefensos y torpes revoloteadores? Nuestro equipo de investigación examina el vuelo, la visión y la evolución de insectos. y hemos utilizado técnicas de seguimiento de alta velocidad en una investigación recientemente publicada en Nature
Polillas hacia la llama
Una de las primeras explicaciones era que los insectos se sentían atraídos por el calor de la llama, teniendo en cuenta que algunos insectos son realmente pirofílicos: les atrae el fuego. Pero la mayoría de los insectos que revolotean alrededor de una luz no pertenecen a esta categoría, y las luces frías también los atraen. Otra idea era que los insectos se sentían atraídos directamente por la luz, quizá como forma de escapar de entornos oscuros o de trampas. La teoría más romántica es que los insectos podrían confundir una luz cercana con la Luna, ya que muchos insectos usan la Luna para mantener su rumbo por la noche.
Los científicos utilizaron la captura de movimiento estéreo de alta velocidad para documentar cómo la presencia de luz artificial por la noche afecta al comportamiento de vuelo de los insectos.
Grabamos miles de vuelos
Para examinar esta cuestión en detalle, capturamos vídeos de alta velocidad de insectos alrededor de diferentes fuentes de luz. Buscamos determinar con precisión las trayectorias de vuelo y las posturas corporales, tanto en el laboratorio del Imperial College London, como en dos lugares de campo en Costa Rica, el CIEE y la Estación Biológica. Y descubrimos que sus patrones de vuelo no se ajustaban a ningún modelo existente.
Más bien, una gran cantidad de insectos situaba sistemáticamente sus espaldas hacia las luces, comportamiento conocido como respuesta dorsal a la luz. En la naturaleza, suponiendo que la luz baja más del cielo que sube del suelo, esta respuesta ayuda a mantener a los insectos en la orientación adecuada para volar. Colocar sus espaldas apuntando hacia luces artificiales cercanas altera sus trayectorias de vuelo. Cuando sus espaldas se orientan hacia una luz cercana, el movimiento resultante los hace girar alrededor de la luz, dando vueltas, pero rara vez chocando.
Estas trayectorias orbitales fueron sólo uno de los comportamientos que observamos. Cuando los insectos volaban directamente bajo una luz, a menudo se arqueaban hacia arriba cuando ésta pasaba por detrás de ellos, manteniendo sus espaldas orientadas hacia la bombilla hasta que, finalmente, volando en línea recta, se detenían y caían al vacío. Y encontramos algo aún más extraordinario: cuando volaban directamente por encima de una luz, los insectos tendían a voltearse boca abajo, de nuevo dándole la espalda, y luego se estrellaban bruscamente.
¿Por qué dar la espalda a la luz?
Aunque la luz nocturna puede perjudicar a otros animales, los más grandes no parecen perder su orientación vertical. Entonces, ¿por qué los insectos, el grupo de voladores más antiguo y rico en especies, recurren a una respuesta que los deja tan vulnerables? Quizá tenga que ver con su pequeño tamaño ¿. Pero los insectos sólo tienen pequeñas estructuras sensoriales. Y, sobre todo cuando realizan rápidas maniobras de vuelo, la aceleración sólo les ofrece una pobre indicación de hacia dónde se dirigen.
Antes de la iluminación moderna, el cielo solía ser más brillante que el suelo, de día o de noche, por lo que proporcionaba una señal bastante fiable para un pequeño volador activo que esperaba mantener una orientación constante. Las luces artificiales que sabotean esta capacidad, incitando a los insectos a volar en círculos, son relativamente recientes.
El creciente problema de la iluminación nocturna
A medida que se extienden las nuevas tecnologías, las luces que impregnan la noche proliferan más rápido que nunca. Con la introducción de los LED baratos, brillantes y de amplio espectro, muchas zonas, como las grandes ciudades, nunca ven una noche oscura. Los insectos no son los únicos afectados. La contaminación lumínica altera los ritmos circadianos y los procesos fisiológicos de otros animales, plantas y humanos, a menudo con graves consecuencias para la salud.
Este artículo fue publicado en THE CONVERSATION el 30 de enero del presente año.
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