Desde hace décadas se investigan intensamente diversos modos para entrenar la lectura y la escritura. Aunque la era digital haya opacado parcialmente el valor de la lectoescritura para la sociedad, nuestra capacidad de lectura sigue siendo algo fascinante y una de las habilidades que más impacto tiene en nuestro desarrollo académico y personal. El aprendizaje y el desarrollo de la lectura requiere la coordinación de múltiples procesos cognitivos. Uno de los más esenciales es la decodificación, es decir, el proceso que permite asociar una letra (o grafema) con el sonido que representa (o fonema).
Diversos estudios han señalado que el trabajo sistemático con la asociación entre sonidos y letras a edades tempranas predice el desarrollo lector posterior. Por ejemplo, la velocidad y precisión a la que los niños pueden nombrar letras a los 5 años predice lo bien que podrán leer palabras a los 6 o 7 años. Así, el acceso al contexto semántico, la capacidad de integración de información nueva y la capacidad de realizar inferencias son aspectos clave para el desarrollo de la comprensión lectora. Y estos procesos no se pueden entender sin unos estadios previos donde la asociación entre letras y sonidos se realiza de manera fluida. Además de estas habilidades, existen otras más generales que también influyen en el desarrollo lector.

En las últimas décadas hemos podido ver un incremento significativo del número de intervenciones educativas centradas en mejorar la lectura. Muchos de los programas de intervención entrenan la conciencia fonética o el reconocimiento de palabras mediante la segmentación y mezcla de sonidos. Por ejemplo, podemos pedir a los escolares que segmenten palabras en sonidos individuales con ayuda de fichas o bloques que representen dichos sonidos, para después hacer que mezclen, eliminen o añadan más sonidos. También podemos plantear un “dictado fonético” en el que el maestro o maestra pronuncia todos los sonidos de una palabra de manera individual y de forma espaciada (“s”, “o”, “l”), tras lo cual los alumnos deben juntarlos y construir la palabra (sol). Otros programas de intervención orientados a edades más tardías, en cambio, suelen emplear prácticas como la lectura repetida o tutorías entre pares.
Las opciones son muchas y variadas. Puede trabajarse con textos que tienen ciertas palabras resaltadas o coloreadas pero que son irrelevantes para la comprensión. Así, los escolares deben buscar la información relevante mientras ignoran los estímulos más llamativos. También podemos recurrir a una “sopa de palabras”, con un párrafo que contenga tanto palabras aleatorias como relevantes. El objetivo es identificar y leer solo las palabras que pertenecen a un tema específico, como animales o alimentos. Curiosamente, algunas de las mejoras que se observan gracias a este tipo de intervenciones no se manifiestan de inmediato, y pueden aparecer a medio o largo plazo, en forma de “efecto durmiente”. Es importante, además, tener en cuenta que no todas las intervenciones son igual de eficaces para todos los alumnos.
Algunos programas de intervención educativa para la mejora de la lectura han integrado la gamificación (el uso de elementos de juego en contextos no lúdicos), para hacer las tareas más atractivas y motivadoras para los y las estudiantes. Los programas gamificados tienden a mostrar mejores resultados que los programas estándar, probablemente debido a que generan un mayor disfrute, adherencia, y sentido de pertenencia en el alumnado. Estas intervenciones pueden incluso impactar en aspectos sociales y emocionales como la cooperación y la autorregulación, que son fundamentales para el aprendizaje autónomo.
Este artículo fue publicado en la página de THE CONVERSATION el 19 de diciembre de 2024
Para mayor información ingresar al siguiente enlace.
https://theconversation.com/mejorar-la-lectura-en-la-escuela-un-juego-de-ninos-245069